
La igualdad radica en la desigualdad
Aristóteles, en la antigua Grecia, nos recordó la importancia de tratar cada cosa según su naturaleza:
“Se ha de tratar igualmente a los iguales y desigualmente a los desiguales, en la medida de su desigualdad.”
(Ética a Nicómaco, V, 3, 1131a)
Como escribió Lorenzo da Ponte en el libreto del Don Giovanni de Mozart: una cosa no es la otra.
Morfologías originarias diferentes

Los cuerpos originarios de morfología masculina y de morfología femenina no son iguales. Aunque presentan similitudes, su principal diferencia radica en las medidas y en las proporciones de su estructura interna y de su estructura externa.
La estructura externa puede modificarse; la estructura interna, en cambio, no.
Ambas estructuras —masculina y femenina— son parecidas, pero no idénticas.
Un huevo es esférico, y una castaña puede parecerlo. Pero un huevo y una castaña no son la misma cosa.
El invento del huevo-castaña: la prenda unisex

Algunas mentes privilegiadas —capaces de inventar el “huevo-castaña”— han querido crear prendas que sirvan para ambas morfologías.
Pero si las estructuras internas son diferentes, ¿cómo podrá una misma prenda adaptarse bien a ambas?
Sólo quedará bien si, pese a tener morfologías distintas, los cuerpos llegan a asemejarse mucho.
Pensemos en un par de pantalones: mientras que el entalle de cintura respecto a la cadera de una morfología masculina suele ser de unos 6 cm en un cuerpo sin conformaciones, en la morfología femenina ese entalle suele duplicarse en los medios contornos.
La verdadera prenda unisex

La verdadera prenda unisex es la que, colocada encima de dos personas de morfologías diferentes, se ve exactamente igual.
Para lograrlo, es obvio que el patrón no puede ser el mismo: debe adaptarse, porque cubre cuerpos que son diferentes en su estructura interna y en su estructura externa.
Un ejemplo sencillo lo tenemos en la americana entallada: no se adapta igual en un cuerpo sin mamas que en un cuerpo con mamas muy desarrolladas.